Aunque suene a topicazo, es verdad. El tiempo se pasa volando. Ya estamos en septiembre y me parece que ha pasado un siglo desde que pasamos este verano unos días en Mallorca.
A pesar de estar a solo una hora en avión nunca había ido a Mallorca. Tampoco he estado en el resto de islas aunque me averguenze reconocerlo. Sé que esto es un crimen de los gordos, así que después de los días tan buenos que habíamos pasado en Tenerife, decidimos que este era el año isleño. Y que si los alemanes van en manada, por algo será.
Nos apetecía explorar cada rincón y hacerlo sin prisa, por lo que dividimos el viaje en tres zonas estableciendo nuestros campamentos base en Esporles, Port Pollença y Felanitx.
Eso sí, nada más llegar cogimos un coche en el aeropuerto que es la mejor forma de moverse.
Después pusimos rumbo a Palma y dimos una vuelta de reconocimiento. Palma me pareció preciosa y me recordó muchísimo a Barcelona. Incluso imaginamos cómo sería la vida allí si tuviesemos trabajo en la isla. Visitamos La Seu, la catedral, un lugar sobrecogedor y que tiene el rosetón original más grande de las catedrales europeas. Haciendo contraste, se encuentra un retablo cerámico de Barceló, que resulta sorprendente y rompedor, sobre todo por el espacio en el que se encuentra.
Más tarde aprovechamos para dar un paseo por la ciudad y me compré unas abarcas, que aunque son típicas de Menorca, me hacían sentir más mimetizada con el ambiente. ¡Y qué cómodas! Desde luego, tantos menorquines no pueden estar equivocados.
Eso sí, nada más llegar cogimos un coche en el aeropuerto que es la mejor forma de moverse.

Después pusimos rumbo a Palma y dimos una vuelta de reconocimiento. Palma me pareció preciosa y me recordó muchísimo a Barcelona. Incluso imaginamos cómo sería la vida allí si tuviesemos trabajo en la isla. Visitamos La Seu, la catedral, un lugar sobrecogedor y que tiene el rosetón original más grande de las catedrales europeas. Haciendo contraste, se encuentra un retablo cerámico de Barceló, que resulta sorprendente y rompedor, sobre todo por el espacio en el que se encuentra.
Más tarde aprovechamos para dar un paseo por la ciudad y me compré unas abarcas, que aunque son típicas de Menorca, me hacían sentir más mimetizada con el ambiente. ¡Y qué cómodas! Desde luego, tantos menorquines no pueden estar equivocados.












Palma es una ciudad muy agradable y paseable, por eso volvimos en un par de ocasiones a la ciudad. Uno de los lugares que más me gustó fue Ca'n Joan de S'aigo, donde nos tomamos un helado en vaso. Este local es famoso por sus ensaimadas y lleva abierto en la misma ubicación desde 1700. Paso obligado si estás en la ciudad.


Otro de los lugares que visitamos y que recomiendo 100% es La Molienda, un pequeño café que además de ideal, tiene uno de los mejores cafés que hemos probado últimamente (y mi chico suele ser bastante crítico en este sentido). Aprovechamos y lo acompañamos con un rollo de canela que estaba riquísimo. Solo espero que abran una Molienda en Madrid pronto.



Volviendo a la Catedral y siendo una de las principales atracciones de la ciudad, tienes que verla desde la cafetería del Corte Inglés de Jaime III. La descubrimos de casualidad y si no hubiese sido por el calorazo que hacía, nos habríamos tomado algo en la terraza porque era muy agradable y la vista era espectacular.

Para hacer la típica foto de postal, fuimos a Parc de la Mar porque desde la distancia se ve más bonita si cabe.


A última hora del día pusimos rumbo a Esporles, a una media hora en coche
de Palma, donde nos alojamos en un apartamento que alquilamos a través de Airbnb. Era la primera vez que viajabamos así y
la experiencia fue súper positiva. Lo bueno de coger una casa es que te
organizas como quieres y como íbamos en plan relax estuvimos muy
cómodos. Esporles es un pueblito muy tranquilo, con todo lo necesario a
mano y un emplazamiento genial como campamento base.
Desde
allí pudimos visitar Sóller, un pueblo con muchísimo encanto donde
desayunamos una ensaimada en una terraza con vistas a la iglesia de Sant
Bartomeu. Conserva ese aire vintage tan Instagrameable y
me gustó especialmente que todavia conserva los comercios tradicionales
de toda la vida. Frente a la tendencia cada vez más creciente de grandes
superficies y colmados 24/7, se agradece que aún queden reductos de lo
tradicional. Y por si fuera poco, además tiene un tren de madera con
sus vagones originales de 1913, con el que puedes ir a Palma o hasta
Puerto Sóller.








Y
hablando de lugares con encanto, me chifló Valldemossa, un pueblo muy
pintoresco que además como estaba en fiestas se encontraba decorado con
unos banderines de color blanco y estaba precioso.
En Quitapenas, un pequeño local donde se pueden comprar productos locales y vinos de Mallorca, nos comimos un pa amb oli con el que todavia sueño en las escaleras de la callecita. Aunque suene un poco incómodo no lo es para nada. Nos dejaron unos cojines y sobre un par de cajas de vino pusieron las tostas... y qué tostas. Soy muy repetitiva, pero en serio, es un capricho que tienes que darte. Ya te pondrás a dieta luego.
Visitamos la cartuja de Valldemosa que fue residencia real y donde también estuvo viviendo un tiempo Chopin. Muy recomendable.
En Quitapenas, un pequeño local donde se pueden comprar productos locales y vinos de Mallorca, nos comimos un pa amb oli con el que todavia sueño en las escaleras de la callecita. Aunque suene un poco incómodo no lo es para nada. Nos dejaron unos cojines y sobre un par de cajas de vino pusieron las tostas... y qué tostas. Soy muy repetitiva, pero en serio, es un capricho que tienes que darte. Ya te pondrás a dieta luego.
Visitamos la cartuja de Valldemosa que fue residencia real y donde también estuvo viviendo un tiempo Chopin. Muy recomendable.











En cuanto a la playa, no era el eje principal del viaje. No somos de pasar mil horas, pero descubrimos un lugar increíble para hacer snorkel muy cerca de Sa Calobra. Era mi primera experiencia y tengo que reconocer que mientras observaba el fondo y los pececitos me fastidió bastante no tener una cámara acuática. Me sorprendió muchisimo esa sensación de estar como en una piscina, con el agua totalmente en calma, y nos prometimos volver otro verano de lo a gusto que estuvimos.





Después de unos días, llegó el momento de poner rumbo a Port Pollença, donde nos quedamos dos noches en el
Hotel Eolo que estuvo bien y con una ubicación muy buena. Lo mejor era su pizzería a
pie de calle. Muy, muy, recomendables sus pizzas. También en Port
Pollença cenamos en C'an Panxo, que no puedo dejar de recomendar,
especialmente sus mejillones y la carrillera. Solo de escribirlo me está dando hambre.
Desde allí aprovechamos para ir hasta Cap Formentor, lugar donde se encuentran los vientos según los mallorquines. Cuando vas subiendo por la carretera parece que estás en una película de lo increíble que es el paisaje. Y hasta si tienes suerte puedes ver a alguna cabrita por el camino. Muy chulo.





Desde allí aprovechamos para ir hasta Cap Formentor, lugar donde se encuentran los vientos según los mallorquines. Cuando vas subiendo por la carretera parece que estás en una película de lo increíble que es el paisaje. Y hasta si tienes suerte puedes ver a alguna cabrita por el camino. Muy chulo.





La
Playa Formentor también nos gustó mucho. Aunque estaba abarrotada de
gente decidimos andar por el caminito que lleva a la zona del hotel
Barceló, donde estuvimos prácticamente solos en plena temporada alta.
Cuando te alejas ya no hay chiringuito y tienes que llevarlo todo.
Nosotros nos llevamos un bocata que nos hicieron al momento en una
charcutería y nos supo a gloria. Fue una de las mejores
tardes que pasamos. Bañito, bucear y leer un libro. Así en bucle.


Otros pueblos que visitamos fueron Pollença, Alcudia y Artá, muy recomendables también, aunque lo mejor es ir a primera hora, cuando hay menos gente y hace menos calor.





Los días pasaron volando y llegó el momento de ir hacia la
tercera y última parada: Felanitx. Allí también alquilamos un
apartamento a través de Airbnb. El pueblo es muy tranquilo y merece
mucho la pena subir hasta el Santuario de San Salvador donde las vistas
son espectaculares. Desde Felanitx se puede aprovechar para visitar otras playas cercanas, aunque en este caso están mucho más concurridas.


Puerto Colom queda bastante cerca y merece la pena dar un paseo por pintoresco. Sus casitas de colores con embarcadero me gustaron muchísimo.


Volviendo al tema playas, la que más me gustó fue Cala Mondragó, más grande, aunque también con más
gente que las calitas de la sierra. En este caso la playa es de arena y es más cómoda para tumbarse. Tiene un chiringuito donde comprar todos los básicos de supervivencia (léase cocacola y patatas) y a diez minutos andando está el
restaurante Sa Font de n'Alis, con una terraza muy agradable donde nos
comimos un arroz tan a gustito.


Y
así, en un parpadeo los días en Mallorca llegaron a su fin y tuvimos
que coger el avión de vuelta. Es uno de los sitios a los que volvería
sin duda, aunque lo más seguro es que me quedase en la zona de la Sierra de Tramontana que es la que más me gustó, y aprovecharía para hacer
snorkel más días, perderme por sus carreteras, volver a visitar
Valldemosa y pasear por Palma.
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